05 noviembre 2015

Sobre la Política y sus fines



                    La política es el estudio de las relaciones de poder entendiendo poder como la capacidad para imponer un fin, esta capacidad depende de los medios que se utilicen para ello y nace de la capacidad de un actor de imponer en otros condiciones más desfavorables que las que exige para la consecución de su fin, así es como el resto de actores acceden voluntariamente a obedecer gracias a la coacción que ejerce el actor con poder.

Esta definición no es un alegato en contra de la democracia, sino que responde directamente a como suceden las relaciones de poder, la filosofía política siempre ha identificado esta dicotomia existente entre la necesidad del individuo de desarrollarse en sociedad para alcanzar la plenitud y la imposición que supone el pacto social limitando las aspiraciones individuales. Atendiendo a esto podemos ver como el individuo en un estado de derecho accede voluntariamente a cumplir la ley por la existencia de un poder ejecutivo con el monopolio legítimo de la fuerza capaz de imponer condiciones más desfavorables de las que pretende hacer cumplir, es decir, que en última instancia el cumplimiento de la ley se produce por una coacción del estado como sujeto de poder hacia el individuo.

Identificamos entonces cada modelo político en función de a qué tipo de sujeto de poder nos sometemos, si el sujeto de poder corresponde a la mayoría hablamos de democracia, si el sujeto de poder responde a un grupo hablamos de aristocracia y si el sujeto es un individuo hablamos de monarquía, en cualquier caso todo modelo político supone la aceptación voluntaria de una imposición externa. Ahora bien, la diferencia principal entre estos modelos no radica en quien es el sujeto de poder, sino que depende de los fines a los que aspira. Podemos hablar de modelos que aspiran al bien común y modelos que aspiran al bien individual, así, los clásicos siempre han hablado de la degeneración de los tres modelos cuando se centraban en otro bien que no fuera el común puesto que esto a la larga produce una desigualdad en los procesos de intercambio, una desigualdad que a la larga genera inestabilidad puesto que los individuos no son sistemas aislados y por lo tanto no se les puede excluir del intercambio por razones de propiedad, es decir, si alguien acumula riqueza mientras que otro la pierde la necesidad de intercambio llevará a la violencia contra el rico y a requisar sus propiedades para mantener los intercambios, puesto que la mano invisible no es más que la ley que regula los intercambios, la termodinámica, y esta no se somete únicamente al plano económico.

Si la principal diferencia entre los modelos es el fin al que aspiran puesto que todos someten al individuo podemos entender que para asegurar la plenitud del individuo es necesario que se busque el bien común para la mayor parte de los ciudadanos, es esta la justificación de su existencia, de su monopolio legítimo de la violencia, y asegurar esto por todos los medios posibles lo que se conoce como razón de estado. Así pues, cuando un estado no busca este fin no se puede hablar de un estado, sino de una institución, y al no tratarse de un estado pierde la legitimidad para ejercer la coacción situándose al mismo nivel que cualquier otra institución civil o ciudadana.
La legitimidad así pasa a aquella institución que busque el bien común, junto con la razón de estado. Es así como la institución o idea propietaria de la legitimidad debe de actuar con razón de estado para hacerse con las instituciones del antiguo estado, a fin de volver a asegurar que el individuo se desarrolle en plenitud.

Esta razón de estado que se utiliza para mantener el pacto social se debe aplicar tras la ruptura del pacto, puesto que con esta ruptura el estado pasa a ser una institución más, así pues estamos hablando de un conflicto directo de intereses entre diferentes instituciones, diferentes individuos, que luchan para imponer sus fines. En este proceso de lucha no vence quien tenga las aspiraciones más puras sino quien combate mejor a su adversario, como si se tratara de un duelo individual, y para ello vence quien acumula dos factores:
El primero, quien consigue introducir al enemigo en su propio marco, quien hace combatir al enemigo fuera de su terreno. Esto se consigue gracias al ciclo de Boyd. El ciclo de Boyd en ciencia militar es un proceso que identificó el coronel de aviación John Boyd en sus combates contra los japoneses en el pacífico. El coronel identificó que en un combate se hacía con la victoria aquel que seguia el ciclo de observación-orientación-decisión-acción más rápidamente, de esta manera obligaba al enemigo a ser reactivo y no activo, es decir a hacer que el enemigo combata en tu terreno. En política sucede lo mismo, es aquel que sigue este ciclo el que impone un marco, al imponer este marco hace que el enemigo deba reaccionar, y al hacerlo reaccionar lo coloca fuera de su terreno seguro, esto a la larga hace perder la legitimidad y con el tiempo desestabiliza la balanza.
El segundo, quien combate con menos restricciones. En un combate la moral es una limitación importante, impide que hagamos acciones que podrían ser beneficiosas o que podrían decantar el combate por cumplir con nuestras propias convicciones morales, hecho que a la larga podría colocarnos en una posición desventajosa. Así, hay que tomar la moral como un privilegio que únicamente se puede permitir cuando se ha logrado la victoria, que aunque sea momentánea, permite dar un respiro al enemigo y asentar las bases del fin al que se aspira. Como podemos ver en la historia de la humanidad, los que ven peligrar su poder no tienen piedad a la hora de actuar contra nosotros, así que ¿Por qué íbamos a tener nosotros piedad con ellos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario